Historia para compartir: ¡¿Por qué no le interesa la política?! por Felipe Castro


Soy rebelde. No sé si fue un chip que me implantaron, o parte del programa instalado en la inconciencia; lo que sé es que así lo he sentido siempre. Supongo que tener dos padres que estudiaron leyes en Costa Rica tiene algo que ver; me enseñaron a cuestionarlo todo y no aceptar ninguna verdad como absoluta, salvo la fe en Dios.

En estos últimos años he tenido el privilegio de estar en presencia de los líderes más “importantes” del país y hasta algunos de afuera. Es parte de mi trabajo. Pero también he conversado con todo tipo de personas; taxistas, buseros, indigentes, “ciudadanos de a pie”. He compartido momentos y experiencias con amig@s, familia y he participado en iniciativas excepcionales con personas que no conocía. Todos hablan de distintos temas, algunos interesantes otros no tanto, viven vidas muy diferentes, piensan en cosas que nunca habían pasado por mi mente, ríen, lloran y el común denominador es que todos tenemos problemas pero también a muchos nos apasiona la vida.

He leído libros, revistas, blogs, periódicos locales e internacionales; físicos y virtuales. He participado en grupos de estudio, foros, conferencias, seminarios. Pertenezco a varias redes sociales y ahí también me informo de cosas interesantes, otras irrelevantes, me gusta compartir ideas e iniciativas valiosas que otros impulsan. He aprendido; leyendo, escribiendo, estudiando, escuchando, participado, intentando, fracasando. Me han apoyado, me han abandonado, me han pedido ayuda y también me han clavado una daga después de hacerlo; ninguna mortal.

La educación me parece un tema de suma importancia, pero también he pensado que la ignorancia nos puede salvar de muchas ideas erróneas que andan por ahí contempladas como verdades absolutas, que no existen. Otra contradicción más de la vida.

Pero una cosa está clara, aquí, en este planeta, estamos tod@s; una sola raza, la humana y somos tan poderosos que estamos logrando colapsarlo todo. Sólo es cuestión de tiempo y mientras tanto, cual espectadores observamos el desenlace como una premier más de Hollywood.

También soy culpable, ya que fui educado en ver las necesidades del otro cómo las mías propias pero confieso que por años se me olvidó, a lo mejor convenientemente pero sobre todo equivocadamente.

“La indiferencia es agresión” me dijo un amigo hace unos 5 años, en una entrevista. Su nombre es Jose Aguilar y él, en su búsqueda personal, había encontrado una razón de ser; más solidaridad con los que menos tienen y están más indefensos: las niñas y niños de nuestro país.

Este día mi vida comenzó a dar un giro, fue el contacto con otra persona que impactó la mía. Así suceden las cosas, el poder de la interacción entre dos o más seres humanos lo cambia todo.

Este fue el principio en donde llené mi vida de muchas preguntas, de observar las contradicciones en las que vivo todavía hoy, personales y colectivas. Buscar coherencia en mi vida significa volver a mi esencia y ser rebelde, cuestionarme mis propias acciones y sobre todo los pensamientos. Mirar alrededor sin juzgar, pero sí observar con ojos críticos. Finalmente comprendí que no puedo cambiar a nadie, pero sí a mi mismo. En el proceso que parece nunca acabar he tenido apoyo para hacerlo, mucho. Y no han sido las personas que se creen importantes, sino aquellas que piensan que no lo son pero que se esmeran en impactar positivamente la vida de otros. Mi familia ha sido vital.

Salí del colegio confundido, entré a la universidad sin rumbo y así también me gradué. Comencé a trabajar para descubrir y encontré que me faltaba aprender más, pero no en un salón de clases sino de todo y tod@s los que me rodeaban. Todavía lo sigo haciendo, no sé si pararé algún día, espero que no.

Disfruto de poder ser parte de la revolución que muchas personas viven en sus vidas y que impactan a miles por hacerlo. No me gusta la política, por lo menos no aquella que se proyecta en la tele o se lee en los periódicos, a veces ni siquiera la que analizamos en la revista que presido.

Cuando alguien me pregunta:
¿Por qué le interesa y se involucra en política?, no sé ni qué responder. Pero es simple, saber que alguien puede estar mejor porque pude dar algo, hace sentir que mi vida y mis acciones tienen sentido.

Escribo para desahogarme y agradecer porque mi camino continúa, mi rebeldía no cesa, y espero que en algún momento estemos listos para iniciar juntos la anhelada reevolución. A veces parece que lo mejor ya ha sido escrito y quizás responde mejor a esta pregunta el filósofo francés Michel Foucault:
“Si pudiera responder de una forma muy sencilla, diría lo siguiente:

¿Por qué no debería interesarme (la política)?
Es decir, qué ceguera, qué sordera, qué densidad de ideología debería cargar para evitar el interés por lo que probablemente sea el tema más crucial de nuestra existencia, esto es, la sociedad en la que vivimos, las relaciones humanas y económicas dentro de las que funciona y el sistema de poder que define las maneras, lo permitido y lo prohibido de nuestra conducta.
Después de todo, la esencia de nuestra vida consiste en el funcionamiento político de la sociedad en la que nos encontramos.
De modo que no puedo responder a la pregunta acerca de por qué me interesa; sólo podría responder mediante la pregunta respecto de cómo podría no interesarme (…) No estar interesado por la política es lo que constituye un problema.
De modo que, en lugar de preguntarme a mí, debería preguntarle a alguien que no esté interesado por la política y entonces su pregunta tendría un fundamento sólido, y usted tendría todo el derecho de gritar enfurecido:

¡¿Por qué no le interesa la política?!”.

Felipe Castro

Revista Poder

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